Hay una contradicción implícita en el tratamiento griego que se hace de este concepto. Por un lado, consideraban virtud a esa manera de tomar decisiones y llevarlas a cabo de forma controlada y medida, sin embargo, eran las personas desafiantes que sobrepasaban ese justo-medio las que hacían avanzar a la sociedad. Para Aristóteles la felicidad se encontraba en la virtud, que él definió como la predisposición para hacer el bien; una motivación interna que nos lleva no sólo a hacer lo que es correcto sino a amar lo que es correcto. La prudencia es la virtud que adquiere el hombre que ha elegido correctamente el justo medio en muchas oportunidades. De ahí, que la virtud ética suprema para Aristóteles sea la justicia. Pero este razonamiento parte del autocontrol del hombre y de lograr el equilibrio entre dos extremos viciosos. Y además a esto se suma el hábito de hacerlo como una constante en la vida diaria, en este caso, de los griegos.
Sin embargo, en las tragedias griegas veíamos como los personajes que ejemplificaban al héroe eran personas que habían optado por sobrepasar este justo-medio. En ese momento, el teatro da a conocer una historia ejemplar, pero ésta negaba los propios preceptos sociales establecidos. Puesto que los adalides que hacían avanzar a la sociedad, precisamente eran los que hacían oídos sordos a esta virtud. Este concepto se ve perfectamente en la obra de Edipo. El protagonista no es consciente de su destino y sobrepasa todos los límites, pero es capaz de hacer sacrificios por un reino entero. De esta manera, el ciudadano griego recibía un mensaje con doble sentido: “Debes ser virtuoso, aunque nunca cambiarás el mundo de esta forma”.
En este sentido, esta concepción de la virtud se asemeja a los tiempos actuales, en los que la sociedad (o la política) intenta configurar a la persona a su imagen y semejanza. De esta manera, ser un ciudadano modelo también tendría que ver con esta forma de ser virtuoso. Es decir, busca que el ser humano pueda ser manipulable. Sin embargo, también se nos muestran en las artes a los héroes sobrepasando los estigmas establecidos. Lógicamente, la comparación dista mucho por la diferencia de cultura y formas de pensamiento; pero al fin y al cabo viene a ser similar en cuanto al fin: la sociedad quiere generar individuos manejables y el arte nos muestra la grandeza de las personas que hacen al mundo avanzar. Aunque, por suerte, hoy día el imaginario colectivo tiene más claro este asunto. Gran parte de la sociedad conoce el doble juego del estado: la educación basada en formar a individuos que no hagan ruido y acaten las normas, y por otro lado, premia a los que destacan.
En definitiva, la contradicción está servida. El teatro griego ya nos muestra un esbozo de lo que actualmente se sigue viviendo, aunque con claras y lógicas diferencias. El justo-medio se convierte así, en un sin sentido, en cualquier etapa de la historia.
CARMEN MARÍA MORAL PÉREZ
2º A
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