Bienvenidas y bienvenidoS


Hay varias formas de llegar a este blog:

Eres alumno de la Escuela Superior de Arte Dramático de Sevilla. Probablemente te habrán dicho tus compañeros de segundo curso que hay un blog con un nombre raro para la asignatura de Literatura Dramática II pero que no saben muy bien para qué sirve. Te lo digo yo: pretende ser un lugar en el que se comparten ideas, apuntes y reflexiones sobre la materia impartida en la asignatura. Tus sabios comentarios serán bienvenidos.

No eres alumno de la ESAD de Sevilla. Probablemente hayas llegado aquí bien porque te has enterado por el feisbuk de alguno de los participantes del blog bien porque has hecho una búsqueda muy rara. Este blog no está pensado para ti, seamos sinceros, pero serás bienvenido con tus comentarios respetuosos y sabedor que quienes escriben en este blog son estudiantes.

Eres profesor de la ESAD. Quédate tranquilo porque los alumnos tienen órdenes estrictas de no escribir sobre profesores de la ESAD (excepto yo, que puedo ser utilizado en un máximo de dos citas por entrada), el Real Madrid, Ana Milán y la PS3.

Eres alumno de Juan Alberto Salvatierra. En este caso, has llegado al blog porque no te queda más remedio si quieres aprobar la asignatura. Te recuerdo que tienes que publicar una entrada bien bonita, con sus enlaces a otros sitios, imágenes, videos y esas cosas, a lo largo del curso sobre el asunto que te dé la gana. Aviso que la corrección la haré directamente sobre el blog.

Sin más dilación, y agradeciendo a los que han hecho el blog su trabajo desinteresado, doy por inaugurado este lugar cibernético de intercambio informativo literario dramático.

domingo, 16 de enero de 2011

El racionalismo de Eurípides en Medea

       En Grecia, el teatro tenía un papel predominante en la sociedad, configurándose como una parte fundamental de la identidad del pueblo heleno. Por ello, su función era eminentemente religiosa; conectaba al hombre con la naturaleza y, por extensión, con la divinidad. Este carácter mágico y ritual fue perdiéndose a medida que se sucedían los grandes dramaturgos griegos; una vez llegados a Eurípides, y tras la Guerra del Peloponeso, los atenienses se aferraban, para encontrar una explicación a su angustiosa situación, a la razón.
 
     Los dioses quedan relegados a un segundo lugar, volviéndose ahora la vista hacia el hombre. Eurípides, profundamente influido por la filosofía sofista, deja la impronta de su postura racionalista en su producción dramática, dotando a sus personajes de una gran psicología, infundiendo mayor realismo a la tragedia y mostrando el descontento ante la  injusta intervención divina. Por este distanciamiento progresivo de los inicios del teatro, Nietzsche lo acusaría de catapultar la tragedia hacia su ocaso.

 
    Estos presupuestos racionalistas podemos rastrearlos tanto en la forma, que sólo varía en minúsculos detalles respecto a la tragedia anterior, como en el contenido de Medea.

      Aunque no se le hace mención en la obra, sería interesante considerar, como un elemento más que refuerza la concepción de Eurípides, que, en los tiempos que nos ocupan, la escenografía había pasado a ser una paraskene, testimonio de la desvinculación divina, volcándose hacia la propia existencia humana.

      
A un nivel formal, vemos plasmada la influencia de la retórica sofista en la expresión de los personajes; en el agón entre Jasón y Medea, sin ir más lejos, ambos personajes están dotados de sólidos argumentos con los que reforzar su defensa, de manera que se hace incluso difícil dilucidar la posición que mantiene el propio dramaturgo. 

      También en estos agones se manifiesta el lenguaje jurídico; la estructura de cada monólogo tiene el mismo número de versos, a la manera de los enfrentamientos entre oradores en los tribunales atenienses, regulados por una clepsidra y, por ello, de similar extensión. 

         Por otro lado, la participación del coro, elemento que para Nietzsche era la plasmación absoluta de la teatralidad de la tragedia,  disminuye, siendo ahora sus apariciones mucho más poéticas, en detrimento de sus funciones anteriores.

         El coro, de igual manera, es transmisor de las ideas religiosas de Eurípides, exhibiendo esa falta de fe en los dioses que iba filtrándose en la sociedad. A pesar de no ser unos planteamientos ateístas, esta confrontación de los valores y moral tradicional crearían una incomodidad en el espectador, el cual, probablemente, ya no sentiría al coro de manera tan rotunda como un aliado, como un verdadero mediador entre el público y el espectáculo. 

        Respecto al contenido de la obra, hay dos conceptos claves a destacar; el psicologismo de sus personajes y la crítica a los dioses.

         Eurípides elimina el conflicto entre los grandes conceptos intangibles y el hombre y sitúa este en el propio personaje, enfrentándolo consigo mismo. En Medea, este conflicto se evidencia en la fuerza de su amor por sus hijos por un lado y la sed de venganza por el otro; finalmente, las pasiones acaban imponiéndose a la razón.

         Siendo así, el concepto de de personaje queda por encima del de la acción; no es tan relevante lo que sucederá que la reflexión sobre la acción. El más claro testimonio de esto lo encontramos en el prólogo de Medea, donde la nodriza nos adelanta los sucesos por acontecer; la diégesis pasa a un segundo plano, y el interés radica en el interior de la protagonista.

         Por las razones expuestas anteriormente, a Eurípides no le preocupa que la anagnórisis y el lance patético no vayan parejos en esta historia; Medea mata a sus hijos aun sabiendo el parentesco y amor que los une, no incurre en ningún error. En su acción no hay hamartía, sino pura y consciente hybris, ya que continuamente medita sobre sus actos, los sopes y, finalmente, decide dejarse arrastrar por la venganza, lo que concede al personaje mayor complejidad y humanidad.

         Este psicologismo también se desprende en el hecho de que Eurípides pasase a dotar al actante de mayor independencia, como comprobamos en la figura de la nodriza o el pedagogo. 

         El otro pilar de la tragedia de Eurípides es el cuestionamiento y alejamiento de la divinidad. La presencia de los dioses pasa a ser testimonial, obligada por su género.

         La principal crítica que reciben los dioses es su comportamiento indigno frente a la responsabilidad que implica impartir la justicia divina, demanda de ellos una moralidad superior. Fruto de esto, Eurípides realiza un trasvase entre los dioses y la moral, basándose ahora en unas leyes basadas en lo justo y racional, y de ahí las cavilaciones morales de Medea.

          Por esa falta de confianza en los dioses, el héroe trágico es más escéptico, vacilante, más próximo al hombre de a pie por su angustia frente al destino, representantes de la convulsa época en la que vivía el dramaturgo. De ahí aquella famosa sentencia; “Sófocles presenta a sus personajes tal como deben ser, Eurípides tal como son en realidad”. 

          En el momento en que los personajes no se supeditan a los dioses, su culpa es propia, no es eludida; Medea reconoce se atribuye aquellas tremendas decisiones que la llevarían al infanticidio. No es ninguna marioneta de los dioses, vapuleada por el destino, sino que incluso se rebela contra él.

           A pesar de esto, Eurípides acaba por meter a sus personajes en tales conflictos que no le queda más remedio que recurrir al deus ex machina como solución, como el carro alado que se lleva a Medea tras cometer el asesinato, en lugar de ir hasta el extremo y enfrentar al personaje con su acción, recurso criticado por Aristóteles. 

           En ese estado de cosas, el hombre es el responsable de las desgracias que le acaecen, situándose la tragedia en el propio ser humano, en su libertad, convirtiéndose Eurípides en el más trágico de los trágicos, siguiendo las palabras de Eurípides. En definitiva, y citando a Duvignaud, “la tragedia empieza cuando el cielo se queda vacío”. 

          Una vez situamos a estos personajes en un plano más humano, y usando la perspectiva valleinclanesca, ya no podemos mirarlos de rodillas porque, aunque más complejos, sus conflictos se asemejan más a los nuestros; quizás hubiese que situarlos en un plano similar.
           
          Con todo lo dicho, se evidencia la anticipación de Eurípides al pensamiento postclásico, erigiéndose como precursor de una nueva concepción del mundo. Por ello, no es de extrañar que, a pesar de las burlas de la que fue blanco en vida, fuese uno de los dramaturgos de mayor influencia de la historia del teatro, desde el romano hasta el neoclasicismo francés de Racine.

Laura Nadeszhda Fernández Rojas, 2º A

1 comentario:

  1. No acabo de comprender el significado de la escenografía en relación con la evolución de la dramaturgia clásica. ¿A qué te refieres exactamente? ¿A quién pertenece ese teoría?

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